La Constitución de 1925 estableció por primera vez en la historia del constitucionalismo chileno, luego de la reforma de la ley 17.398 de enero de 1971, normativa en favor del profesorado, más concretamente, reguló una libertad esencial para los profesores y las profesoras de universidad: “El personal académico es libre para desarrollar las materias conforme a sus ideas, dentro del deber de ofrecer a sus alumnos la información necesaria sobre las doctrinas y principios diversos y discrepantes”. Se consagraba la libertad de cátedra según como se comprendía en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966, que nuestro país suscribió en septiembre de 1971 y ratificó en febrero de 1972. La dictadura suprimió esta libertad tanto en las Actas Constitucionales de 1976 como en el Decreto Ley 3464 (la llamada Constitución de 1980).

 

En noviembre de 2018, por iniciativa parlamentaria transversal, se inició la tramitación de la ley 21.454 recientemente publicada en el Diario Oficial (14 de junio de 2022), que establece el 22 de mayo de cada año como “el Día Nacional de la Memoria y Educación sobre Desastres Socio-Naturales”. La iniciativa se tramitó en la Comisión de Cultura, Artes y Comunicaciones.

Por esas situaciones casuales que son un enjambre en la historia, el proyecto de nueva constitución se someterá a plebiscito 200 años después de la redacción y entrada en vigencia de la Constitución de 1822 (la segunda de la república de Chile que inició su derrotero histórico con la constitución de 1818). Su bicentenario es una buena oportunidad para preguntarse por las continuidades y cambios que han acontecido en estos 200 años de historia constitucional.