La campaña del rechazo a la nueva constitución tiene una larga data y varios de sus actores principales la siguen respaldando hoy día en el seno de la Convención. Se trata de un liderazgo que conduce a la derecha a un punto muerto y que ha conseguido lo que era impensado: alianzas y pactos coyunturales entre fuerzas de centro izquierda e izquierda que hasta ayer estaban en trincheras opuestas, es más, han gatillado acuerdos sustantivos entre actores del movimiento social y los partidos políticos, enemigos declarados a propósito de las elecciones para la Convención Constitucional.
El camino adoptado en las elecciones presidenciales implicó clausurar la vía del diálogo y del entendimiento con el centro político que propiciaba Briones, y más claramente la derecha social de Desbordes, Lavín y Ossandón. La opción por la polarización demostró ser una pésima ruta para la mantención del poder político, sin embargo, el liderazgo de la derecha al interior de la Convención mantuvo el mismo libreto y hoy paga los costos de su posición extremista. Costos que no son de corto plazo, como el de un periodo presidencial, sino, de mediano y largo plazo.
Los convencionales de derecha no supieron anticipar el escenario que se configuraría como efecto de la elección presidencial: la unión de todos los actores políticos de oposición contra el candidato Kast, que incluyó a los movimientos sociales, favoreció un clima de entendimiento en el seno de la Convención. Las(os) líderes del oficialismo de ese entonces no previeron este entendimiento coyuntural.
Y no lo pudieron ver porque su liderazgo en la Convención rechazó también darle alguna relevancia a la derecha social (la de Lavín, Desbordes y de Ossandón) en el texto constitucional. Al hacerlo se privaron de la posibilidad de construir puentes temáticos que le permitieran, con su importante mayoría, adjudicarse algunos logros en materia de normas constitucionales. Su ideología neoliberal (una ideología extremista) les ha jugado en contra al imposibilitarlos de leer correctamente el espíritu del tiempo que vivimos.
Se han dedicado entonces a victimizarse (lo que es patético porque se presentan como minoría en circunstancias que controlan el poder económico y una parte del poder institucional del país); y a ejecutar una campaña de desprestigio que está acompañada de acciones agresivas e inmorales. lo que han configurado otra limitación para sacar algún provecho político a su posición de mayoría relativa en el seno de la Convención.
Dicho accionar ha implicado una respuesta institucional y sanciones del Comité de Ética, así como investigaciones en curso: 1. El 28 de enero se sancionó al convencional Zúñiga (UDI) por sus agresiones verbales contra el convencional Barraza. 2. El mismo 28 de enero se sancionó a la convencional Ruth Hurtado (Partido Republicano) y nuevamente a Zúñiga por agresiones a la convencional la machi Linconao. 3. El 24 de febrero a la convencional Cubillos por “desinformar al presentar hechos como reales sabiendo o debiendo saber que son falsos”. 4. El 21 de marzo a la convencional Marinovic por poner en riesgo la salud de las (os) convencionales y no atender al bien común, violando normas sanitarias, al negarse a usar mascarilla en las sesiones . 5. El 22 de marzo se sancionó al convencional Martín Arraú por desinformar.
Dichas sanciones son el pálido correlato de acciones que han llevado a que en la prensa nacional ya sean lean titulares como: “ Siguen las noticias falsas en la CC”. Berrnardo Fontaine y Harry Jürgensen, ambos ligados a Renovación Nacional, son protagonistas por estos días de lo que parece una auténtica campaña de desinformación. La convencional Adriana Ampuero anunció el 11 de abril de 2022 que llevará a su colega Katherine Montealegre (UDI) al comité por agresiones verbales.
El liderazgo de la derecha en el seno de la convención condujo a su sector a un punto muerto como consecuencia de dispararse ella misma en los pies. Equivocó el camino en las elecciones presidenciales e hizo lo mismo en el seno de la Convención Constitucional: se aferró al hierro candente de su ideología neoliberal y resultó visiblemente dañada. La conciencia del daño permite entender su desquiciada conducta: agrede y miente, olvidando que ya no cuentan, como en el pasado, con la opacidad que les permitió hablar de libertad y dignidad y al mismo tiempo pisotearla.
Todavía resuena el eco de unas encuestas que arrojaron el avance del rechazo y la pérdida de adhesión del apruebo. Algunos se han apresurado a celebrar, anticipando incluso un escenario en que es el Parlamento recién constituido el que termina generando una nueva constitución (la vía Lagos-Bachelet): no sea cosa que la derecha arrastre en su caída a quienes no logran, a pesar de todas las señales, empaparse del espíritu característico del tiempo presente.